jueves, 30 de mayo de 2013

Letras Precolombinas


La existencia de una literatura indígena precolombina en el continente americano permaneció ignorada hasta el siglo XIX. La ambición de conocimiento del hombre renacentista, su interés por la cultura del nuevo mundo constituyó el motor que propiciaría la preservación del legado literario de los pueblos originarios en Hispanoamérica.

Lo que hoy conocemos como Corpus Multilingüístico es el resultado de muchas investigaciones efectuadas por pensadores e investigadores modernos interesados en los cantos y leyendas descubiertas en países latinoamericanos.


Los misioneros, por ejemplo, una vez que adquirieron conocimientos sobre las lenguas nativas fueron los principales arqueólogos en el proceso de recopilación y reconstrucción de los textos y fragmentos literarios de los aborígenes, que también hablaron español y pudieron transmitirles algunos conceptos y creencias plasmadas en sus dibujos o escritura a través de símbolos. Para los evangelizadores era importante conocer qué pensaban los originarios sobre la religión, cuáles eran sus creencias y ritos. Es importante destacar que en esa primera etapa de búsqueda, fusión cultural, la transmisión oral jugó un papel dominante. En muchos casos, los misioneros fueron los primeros intérpretes de esos cantos líricos y precolombinos, quienes también fueron ayudados por aquellos nativos que aprendieron a escribir en español conservando su lengua original.


Así, se formaron riquísimos códices, que incluyen composiciones líricas, cantos épicos y, también textos narrativos y fragmentos dramáticos.


“El corpus multilingúístico que llamamos hoy literatura indígena precolombina nació, pues, por lo general de ese plantearse las cuestiones religiosas y filosóficas más profundas del ser creado frente a sus creadores. Pero también podía estar animado por una intención moralizadora o pedagógica para guiar la conducta de la masa, y aún mostrar interesantes actitudes psicológicas (astucia, ironía, juego, suspicacia) que sobrevivían a la dominante norma de respeto y ciega obediencia impuesta por la autoridad”.


Es muy importante destacar que todo este corpus Multilingüístico es producto de interpretaciones de una cosmovisión que poseían los pueblos originarios de América. El contenido de los textos que llegan hoy a nuestros ojos es en consecuencia del resultado de muchas miradas e interpretaciones que hombres de distintas culturas han efectuado en busca de explicar cuestiones que preocupan a todos los habitantes del planeta y que afectaron al hombre en distintos momentos de la historia: El origen del universo, la existencia de alguien supremo en un mundo más allá de lo conocido, los miedos, la muerte, etc.


En este sentido, surge una cuestión que abrió debates entre los escritores, críticos e intérpretes: las traducciones de textos como “El libro sagrado” o “Popol Vuh” -que fuera originado en base a creencias de la comunidad Maya que habitó lo que conocemos hoy como Guatemala- son el producto de dilucidaciones que cada traductor realizó sobre una obra que desde el siglo XVI se reescribe con el interés de dar a conocer la cosmovisión de los Mayas que habitaban América antes de la conquista de 1492.


Este trabajo abordará el análisis de una de las traducciones que existen del libro en el que se plasmaron las creencias de los pueblos americanos precolombinos: “El Popol Vuh”, traducción de Adrián Reinos publicado por primera vez en el año 1947.


Para comprender “El libro sagrado maya” se realizó una investigación sobre la cosmovisión del universo maya antes de la conquista. Se incluyen datos sobre la geografía donde se construyó el imperio, los principales dioses y creencias.

Los Mayas: Una sorprendente cultura de Mesoamérica


En la búsqueda de material sobre la civilización Maya en los libros de historia, generalmente, se destaca que los miembros de esta comunidad originaria poseían un enorme respeto por la religión. El mundo sagrado regía todo en la civilización maya, regulaba los grandes momentos tanto como el acontecer cotidiano.


Sus dioses, mitos y leyendas fueron un conjunto elaborado con aportes de culturas anteriores y hasta contemporáneas a ellos. Pero los mayas se los apropiaron para otorgarles, en muchos casos, nuevos significados y contar con un panteón propio de dioses benévolos, honrados mediante rituales y ceremonias de estricto cumplimiento y admirable ejecución.


Los mayas eran un pueblo agrario que habitó el sur de Yucatán, conocido como la región denominada Mesoamérica, en los territorios actuales de Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y en el comprendido por cinco estados del sureste de México: Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán, con una historia de aproximadamente 3000 años.


Estos pueblos originarios se organizaban en varias ciudades-estado independientes entre sí que controlaban un territorio más o menos amplio y sus pobladores no hablaban una única lengua. Fueron una comunidad agraria que desarrolló la arquitectura de manera sorprendente. Realizaron todo tipo de construcciones: palacios rectangulares y alargados, templos, qué unían las ciudades principales, fortificaciones y baños de vapor (temazcal).


El rasgo distintivo de la arquitectura maya es la construcción de grandes edificios en puntos elegidos por conveniencia para la observación astronómica, ciencia en la que también desarrollaron importantes avances para la época.


Los mayas se destacaron por su extraordinaria capacidad para realizar obras y muchas de ellas perduraron y hoy constituyen un importantísimo testimonio de nuestros antepasados. Como elemento común a otras culturas, por lo general, instalaban sus ciudades en las cercanías de cursos de agua, bosques, valles y selvas, lo que les permitió administrar recursos naturales esenciales para la supervivencia de la comunidad.


La organización de las ciudades seguía un orden íntimamente relacionado a la cosmovisión de los mayas: en el centro se ubicaban los templos religiosos y a partir de allí se distribuía hacia la periferia el resto de la ciudad. Esta disposición determinaba el orden jerárquico: pirámides truncadas, campos de juego de pelota, plazas, los edificios de las viviendas para la nobleza y en los suburbios se levantaban las precarias casas de los trabajadores agrícolas. Las construcciones más importantes de esta época fueron Copán, Quiriguá, Piedras Negras, Palenque.


También desarrollaron un sistema de escritura completo que se destacó sobre el de todos los pueblos indígenas americanos. Con él escribieron todo tipo de textos vinculados a las ciencias que exploraron: de medicina, de botánica, de historia, de matemáticas, de astronomía. Se conservan, además de las inscripciones, algunos códices:


El Códice de Dresde: escrito en el siglo XIII. Contiene un tratado de adivinación y de astronomía.


El Códice de París: posiblemente del siglo XIII. Contiene profecías y adivinaciones.


El Códice de Madrid: Contiene horóscopos y almanaques.


El Códice Grolier: Muy mal conservado. Contiene un calendario completo.


Cultura: Ciencias: Calendario. Astronomía.


En cuanto a las clases sociales, en la comunidad maya se distinguían: la elite social que estaba constituida por los sacerdotes y los nobles, que residían en el centro religioso. Los campesinos que vivían en las zonas rurales periféricas, cercanas a la ciudad. Existía la esclavitud. Los esclavos eran la mano de obra para la construcción de las pirámides colosales, siempre ayudados por los campesinos. Y también existieron grupos de artesanos especializados en cerámica.


Como ya se mencionó antes, la base de la economía maya era la agricultura y frecuentemente se despejaban fracciones de selva para realizar nuevos cultivos. Los principales fueron el maíz, el algodón y el cacao. Este último tuvo tanta importancia que llegó a ser utilizado como moneda.


Como ya se explicó, la religión ocupó un lugar central dentro de la cultura maya e incidió en cada uno de los aspectos de su cotidianeidad, desde las actividades productivas en el campo hasta sus expresiones artísticas y lúdicas.


Los mayas creían que antes de existir el mundo que habitaron habían existido otros, pero que estos habían sido destruidos por diferentes catástrofes.


En términos estrictos, la religión maya se basaba en tres pilares fundamentales: el politeísmo (es decir la adoración de muchos dioses); el naturalismo (las divinidades eran los elementos de la Naturaleza) y el dualismo (la vida se regía por la lucha y la tensión de los opuestos: el bien y el mal, la vida y la muerte, los dioses benévolos y los dioses malévolos, etc.)


Toda la religiosidad parte de una cosmovisión particular, en la que los mayas creyeron ver la existencia de un Cosmos de trece cielos superpuestos, con la tierra ubicada bajo la capa inferior.


Cada uno de estos cielos era gobernado por una elite de trece divinidades, a quienes conocieron con el nombre de Oxlahuntikú.


Principales deidades mayas y sus cielos


Itzamná: a este dios le corresponde el reino de los cielos, y por lo tanto, del día y la noche. Aparece representadode manera reiterada en los códices o libros como un anciano sin dientes, de nariz aguileña y, ocasionalmente con barba.


Ixchel : esposa de Itzamná. Sus poderes se relacionaban con las inundaciones, el embarazo y el tejido. Se la representó generalmente como una anciana que vacía una jarra o un cántaro sobre la tierra, o bien tejiendo con un telar de cintura.


Chac: era la dios de la lluvia. Suele aparecer con una especie de trompa y dos colmillos que salen de la boca. Por su relación con las precipitaciones, tenía una importancia especial en los ciclos agrícolas y por ello era venerado con predilección por los campesinos.


Ah Mun: dios del maíz. También conocido como Nal,Kan y Wakax Yol K'awil. Se lo representaba como un hombre joven que lucía una mazorca en la cabeza.


Yaluk : dios del rayo y del relámpago, con quien colaboraban Cakulha y Coyopa. Según la mitología , el primero ea un anciano que al principio quería liberar al maíz, el cual se hallaba debajo de una roca. Cakulha y Copoya trataron de sacarlo de allí, pero fue inútil, ya no pudieron siquiera mover la piedra. No obstante, el ruido que hicieron convocó a Yaluk, quien decició esta vez liberar la planta, que desde entonces se diseminó por la tierra.


Finalmente, cada uno de los veinte días del mes tenía asignada su propia deidad, lo mismo que los diecinueve meses de su año.

Fuentes: "Grandes Civilizaciones de la Historia" Clarín - Editorial Sol 90, Barcelona (España) - Proyecto Clío (
clio.rediris.es)

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